Querido diario,

Ya cuento los días para disfrutar de nuevo del verano mediterráneo. Como cada año, pasaremos unas semanas cerca del mar, entre familia y amigos.

Empezaremos nuestro día desayunando en familia. Zumos hechos a partir de las naranjas de nuestro árbol y pan recién hecho en el horno. Su olor cálido y agradable acompañará nuestras primeras conversaciones del día.

Nos vestimos con nuestros trajes de baño y nos vamos directos a la playa. Allí pasamos toda la mañana, entre arena, rocas y olas infinitas que llenan de sal nuestra piel y cabello. El sol nos broncea mientras reímos, hablamos o, simplemente, nos relajamos.

¡Es hora del aperitivo! Volvemos a casa, donde nos refrescamos bebiendo gaseosa con limón mientras preparamos una paella. Bajo una parra, disfrutamos del fin de una mañana en familia con olor a sal, bergamota, casis y jazmín.

Tras una merecida siesta, cogemos nuestras bicis y bajamos hasta la pista de tenis. Allí, entre pinos verdes y bajo un cielo azul, nos esperan nuestros amigos para una tarde de risas al son de la pelota contra las raquetas y el suelo. Nuestras tardes huelen a neroli, a acordes marinos mezclados con naranja y bergamota.

Avanza la tarde y, tras una ducha refrescante, conducimos hasta el pueblo para pasear juntos mientras el sol va escondiéndose poco a poco, dando paso a una luna llena de tono ligeramente rojizo que iluminará el resto de nuestra noche. 

Paseamos, cenamos y tomamos unas copas mientras disfrutamos de largas conversaciones. Aunque el ambiente es relajado y no tenemos prisa, la noche es cada vez más corta y huele a jazmín, granada y almizcle.

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La luna ilumina las olas del mar. Hipnotizada ante esa relajante vista, respiraré hondo y pensaré que son estos momentos y estos olores los que recordaré durante el año, mientras cuento de nuevo los días para volver a disfrutarlos.